Foto: Raúl Sifuentes
A inicios del 2009, un mediocampista proveniente
de Paraguay llegó hasta la ciudad de Huancayo, en los Andes del Perú, para
enrolarse al Sport Huancayo, equipo recién ascendido a la Primera División del
fútbol peruano. Este cuadro huancaíno con apenas dos años de fundación, y aunque
con un título amateur, se iniciaba en el profesionalismo como una hoja en
blanco, con pocos hinchas y con una camiseta sin peso. Ese fue el club que acogió
a Blas López. Para este paraguayo, el contrato fue una especie de salvavidas
luego de que pasó por un sinnúmero de clubes de Sudamérica donde no encontró la
trascendencia que esperaba. En ese momento no había forma de que el guaraní
sospechara que llegaba para convertirse en un histórico del ‘Rojo matador’. No
podía imaginarse siquiera que esa ciudad a 3,271 metros sobre el nivel del mar se
convertiría en su lugar en el mundo (del fútbol).
Ya con siete años en la altura de Huancayo, Blas
López fue encontrando su mejor versión mientras se acercaba a los treinta años,
cuando (re)confirmó que la lectura de juego lo era todo, cuando se dio
cuenta de que estar bien ubicado en el campo siempre fue mejor que llegar
corriendo, cuando descubrió que la esencia de su fútbol se resumía en un pase corto o en un pase largo y preciso.
En la pizarra del técnico figura como
enganche o como mediocampista de primera línea en compañía de otro medio de
perfil más defensivo. Pero al final, Blas López juega de Blas López, se permite
ser libre sin caer en la anarquía y nunca desordena el planteamiento. Normalmente
se le ve iniciando la salida del equipo delante de los defensores centrales, a
veces recibiendo del mismo arquero. Aparece por todo el mediocampo, por el
centro, por la banda izquierda, pero sobre todo recostado por el sector derecho,
que es su perfil. Es un interior, un 8, no hace el ida y vuelta junto a la
raya, lo de él es ubicarse y tirar de los hilos. Es una especie de cable a
tierra de la ofensiva de Sport Huancayo cuando esta tiene que retroceder, detrás
de ellos siempre encontrarán a Blas López para hacer esa pausa necesaria para
cambiar de frente, para reiniciar el ataque, para buscar nuevamente la
profundidad o para filtrar un pase. Blas López no necesita de un par de botines
supersónicos de mil colores que corran solos, le basta con su par de botines
negros gastados que calza siempre. Tampoco se crea que se hace problemas para
lanzar un pelotazo, ya sea vertical o para cambiar de frente (este último con
mayor frecuencia) sin que eso signifique rifar el balón. Defensivamente también cumple:
recupera en cualquier parte del campo, incluso dentro del área propia. Este
paraguayo de perfil bajo, de pocas palabras y de poca efusividad, tanto en el
festejo como en la derrota, se ha convertido en uno de los mejores
mediocampistas del campeonato. Es el cerebro del equipo, es difícil imaginarse
un Sport Huancayo sin él. Es el director de la orquesta dentro del campo.
En los pueblos de la sierra peruana existe
un dicho que es ley: “Sin banda de músicos, no hay fiesta”. En Huancayo, además,
se podría afirmar que “Sin Blas López, no hay fútbol”.
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