El gol de Rossi

                                                                       Foto: elcomercio.pe      

Existen delanteros a los que nunca les dejaron vestir la camiseta número “9”. Aquellos que nunca fueron goleadores, ni figuras, ni ídolos, y que jamás tuvieron una bandera con su rostro colgada en la reja de alguna tribuna popular. Son delanteros que pasan sin pena ni gloria de un equipo a otro, jugadores que los hinchas olvidan rápido. Son la esperanza de inicio de temporada y la desilusión de fin de año. Pero algunos de ellos se librarán del olvido colectivo y serán recordados solo por un gol. Un gol de gran factura que resulta poco creíble que un delantero del montón lo haya convertido. Toda una vida dedicada al fútbol reducida a una jugada de diez o quince segundos. Eso fue lo que le ocurrió al brasileño Alex Rossi.

Rossi no era habilidoso con la pelota, más bien daba la impresión de ser torpe con los pies. No gambeteaba, hacía fintas. Cuando corría no parecía un avión sino un camello, y no era negro sino rubio. Parecía un polaco tronco, de ninguna manera brasileño. Llegó a Universitario de Deportes en 1995 procedente del Banfield argentino para hacer dupla con el debutante y por entonces centrodelantero Luis Guadalupe.

Rossi fue acogido por la hinchada por tener un juego aguerrido, perseverante y por ser un buen acompañante en la delantera, pero la verdad era que no tenía mucho gol. Sin embargo, sobre el final de 1995, cuando la “U” peleaba todavía por el título, Rossi pasó a ser protagonista y consiguió marcar el mejor gol del campeonato, que significó también el mejor el gol de su vida.

Fue el 19 de setiembre de aquel año en el viejo Estadio Nacional de Lima, en una tarde gris y con regular cantidad de público en las tribunas. Universitario enfrentaba a Sporting Cristal, equipo que marchaba primero en la tabla de posiciones del campeonato descentralizado.

Luego de un corner en contra para la “U” y con todo el Sporting en campo contrario, tras el despeje de un defensa, Rossi pica casi desde el borde del área grande y recoge el balón en tres cuartos de cancha, lo empuja con la rodilla y empieza a correr… ¡Pero qué se va a llamar correr a eso! Mas bien eran zancadas, trancazos los que daba. Rossi parecía avanzar a punta de tropiezos. Cuando cruzó la mitad de la cancha y con un rival detrás que le respiraba en la nuca, el brasileño tenía la mirada fija no se sabe si en la pelota o en sus botines o en qué. Solo corría. El balón le rebotó hasta la altura del estómago, para luego desparramársele detrás del botín izquierdo, luego se le quedó plantado en el césped, pero lo supo jalar para seguir avanzando. Rossi no llevaba el balón pegado al pie como hacen los cracks, todo lo contrario, parecía un nene corriendo detrás de su pelota: sin control, sin coordinación, sin estética, solo guiado por el instinto de avanzar.

De pronto, el arquero que salía a su encuentro le dio la espalda y regresó a su área. Rossi se abre ligeramente en diagonal y se prepara para dar el puntillazo. Parte del público, que para ese instante ya se había puesto de pie, posiblemente esperaba el desastre: Rossi yéndose de bruces contra el césped y la pelota revoleada afuera del estadio o estampada contra un cartel de Coca Cola. ¡Pero no! Rossi define como crack y le pega a la pelota como si su botín fuera un palo de golf: en la parte baja e impulsándola hacia arriba. El balón ingresó debajo del travesaño por el medio del arco. ¡Un golazo! El defensor que lo seguía y el arquero terminaron regados por el piso. Setenta metros de carrera desde que salió en busca de la pelota, veintiocho pasos antes de definir. Fue como el gol del siglo de Maradona a los ingleses, pero sin ningún rival en el camino. Las tribunas se venían abajo mientras el brasileño solo atinaba a mandar besos volados a manera de celebración.

Alex Rossi solo marcó cuatro tantos en la temporada de 1995. Mi memoria no almacenó los otros tres, o quizás ese gol a Cristal los resuma a todos en uno. En realidad, se podría decir que ese gol resume toda la carrera de Rossi: terquedad, olfato de delantero, apuro, torpeza, pero finalmente gol.


 
                                                                                        Video: DeChalaca.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario