El quinto beatle

                                                                                                 Foto: www.dnausers.d-n-a.net


Cerquillo de beatle, ojeras, barba crecida, aliento a ginebra y las piernas descompensadas gracias a la borrachera y a la rubia de la noche anterior. Esa es la imagen de George Best en un campo de fútbol. Así era él. Así vivió: de trasnochada en trasnochada y curándose la resaca con gambetas, desbordes y goles. Y así, casi sin darse cuenta, se convirtió en el mejor jugador de la historia del Reino Unido y en uno de los máximos ídolos del Manchester United.

George Best era un bohemio en estado puro, un animal que salivaba por alcohol, un cazador sexual, un cínico de la vida que en sus tiempos libres se dedicaba a desparramar verdades en un campo de fútbol. Jugaba de extremo: hacía un par de amagues, metía una diagonal al área, encaraba, chutaba y a festejar. Gol. Aunque también tenía la generosidad de lanzar un centro al área para algún compañero mejor ubicado. A un compañero como Bobby Charlton, por ejemplo. Sin embargo, su talento no podía enmarcarse dentro del profesionalismo. George era indisciplinado, impuntual, capaz de perpetrar hazañas como presentarse ebrio a un partido, quedarse dormido en el banco de suplentes, orinarse encima, despertarse, pedir ingresar al campo y marcar dos goles. O tomar un trago de una botella de whisky que le lanzaron desde una tribuna en pleno partido. El quinto beatle, como le llamaban a Best, tenía una forma muy particular de tomarse el fútbol en serio: en una ocasión le robó el balón a un compañero de su propio equipo para continuar con una jugada. Durante su carrera también se dio el lujo de marcar un doble hat-trick, es decir, seis goles en un solo partido. Fue en un Manchester United 8-2 Northampton. Pero su máximo atrevimiento consistió en robarle el balón al arquero Gordon Banks en pleno saque, pasar el balón por encima de él y luego añadir el balón de cabeza. Eso no se le hace al mejor portero de la historia de Inglaterra. Quizá por eso el árbitro anuló el gol.

En medio de todos sus desvaríos, se dio el lujo de ganar dos títulos nacionales con el Manchester United en las temporadas 1964-1965 y 1966-1967. Pero alcanzaría la gloria futbolística al ganar la Copa de Europa (hoy Champions League) en la temporada 1967-1968. Ese mismo año ganó el Balón de Oro, el que lo reconoció como el mejor jugador del mundo. George Best era todo un personaje de la ciudad, un ídolo del fútbol y una celebridad en las noches de juerga de Manchester o de cualquier lugar donde fuera a parar. Para esa época, el mismo Best reconocía que solo dejaba beber cuando dormía y hacía confesiones insólitas como que se había comprado una casa de playa pero que para llegar a ella debía pasar junto a un bar y que por eso nunca conoció el mar, o que había recibido la llamada de un mecánico que le dijo que ya podía recoger su Mercedes Benz olvidado hace unos años, pero no recordaba haberlo comprado, o que había decidido dejar de beber, que solo aguanto veinte minutos y que esos fueron los peores veinte minutos de su vida. Todos sus excesos fueron resumidos por el mismo Best en la que es su frase más célebre: “Gasté casi toda mi fortuna en alcohol, mujeres y automóviles… Lo demás lo desperdicié”.

El retiro del fútbol no corrigió a Best, todo lo contrario. Continuó con su vida bohemia convertido ya en una leyenda viviente. Incluso los bares que solía frecuentar eran motivo de visitas turísticas. Con el pasar de los años, no tardaron en llegar las comparaciones con otros cracks de la isla como Paul Gascoigne u otros ídolos del Manchester United como Eric Cantoná o David Beckham. De este último dijo: “No le pega bien con la izquierda, no cabecea, no defiende y no marca muchos goles. Aparte de eso, está bien”.

En el final de su vida sufrió un trasplante de hígado, pero ni eso lo persuadió a la hora de irse de bares. En noviembre del 2005, finalmente la vida le pasó la factura y su cuerpo no soportó más. Solo la muerte lo detuvo. Best siempre se condujo al límite, lo probó todo, siempre se atrevió a todo… Menos a marcar el gol de sus sueños. Suena raro, pero es verdad. George Best fantaseaba con anotar este gol: sacarse de encima a medio equipo rival, burlar al arquero, llegar a la línea de fondo, ponerse en cuatro patas y empujar el gol con la cabeza. Esa fantasía estuvo a punto de hacerse realidad… Pero The Best no quiso. Fue en un partido contra el Benfica de Portugal, gambeteó a varios contrarios, dejó al arquero sentado y cuando llegó a la línea de fondo… Solo empujó el balón con el pie al fondo del arco. Faltarle el respeto al fútbol es lo único a lo que no se atrevió.

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